Quizás acontecimientos como las Vísperas Asiáticas (88 a.C.), los desastres atenienses en Sicilia y Eubea durante la guerra del Peloponeso, entre una infinidad de ellos, nos permitan discernir las causas de un uso a menudo desproporcionado de la violencia que produce la ruptura total con los modos de hacer la guerra aproximándola a su idea absoluta, además de proporcionarnos una respuesta plausible acerca de los motivos más determinantes por los que se ganan, se alargan y se pierden las guerras.
Definiendo el suceso desencadenante
No se entiende meramente como un motivo (casus belli) que da comienzo a las andanzas bélicas, sino que va más allá y hace aparición a lo largo de todo conflicto revitalizándolo, alejando la posibilidad de una paz cercana e implicando una respuesta a menudo desproporcionada que suele desembocar en una espiral de violencia que definiría de esta manera Clausewitz:
cuanto más se convierte la guerra en verdadera guerra, cuanto más se convierte en liquidación del enemigo, en odio, en mutua superación, tanto más se reúne toda la actividad en sangrienta lucha1.
Estos virulentos acontecimientos, de cualquier índole, ya sean masacres, agravios, traiciones o el uso de armas de destrucción masiva o “no convencionales” (biológicas, químicas, nucleares, etc.), avivan fuertes pasiones con especial énfasis en el deseo de venganza y acentúan el miedo entre la sociedad agredida al provocar incertidumbre. Y es que el teórico prusiano sentencia acertadamente que “ninguna otra actividad se encuentra ligada al azar de manera tan permanente y universal” como la guerra. Lo que en un primer momento había sido previsto como una acción limitada puede degenerar rápidamente en un conflicto a gran escala con consecuencias impredecibles, como la ejecución de los prisioneros tebanos en Platea desatando en última instancia la Guerra del Peloponeso, la Defenestración de Praga de 1618 que devino en la brutal Guerra de los Treinta años o la rebelión de Hermenegildo en la Bética que acabó desembocando en un gran conflicto que no solo implicó a los dos contendientes visigodos sino que el regnum Suevorum, los reinos francos y el Imperio Romano fueron partícipes de él. De esta manera podríamos clasificar al suceso desencadenante como un factor más que contribuye a la fricción2 de la que advertía Clausewitz.
El impacto en la población civil agredida es muy significativo teniendo el dominio cognitivo un papel predominante, dominio donde según Boyd3 se pierden o se ganan las guerras. La percepción de la sociedad hacia un conflicto bélico puede dar un giro radical pasando de ser completamente impopular como el caso de la guerra contra Mitrídates VI del Ponto, que en un comienzo carecía incluso de la aprobación del Senado, acabó por convertirse en un asunto vital y una afrenta a vengar tras la masacre de todo ciudadano romano en Anatolia. De la misma manera fortalece la cohesión interna en el agredido, el aporte de Tucídides en este sentido es esclarecedor al describir la reacción de los atenienses a la debacle en Sicilia: “Ante la adversidad de aquellos momentos estaban dispuestos (como suele hacer el pueblo) a comportarse disciplinadamente en todo”4 posibilitando el consejo de los Cuatrocientos con plenos poderes. El historiador británico Liddell Hart llega a una conclusión parecida5. Esta respuesta sociológica es más común cuando el evento genera sensación de gran incertidumbre, falta de información o de amenaza existencial como los bombardeos a las ciudades británicas o alemanas, así como las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial que, en contra de lo que habían pensado por la aplicación de teorías como las de Drouhet6, cimentaron la cohesión y la voluntad de resistencia del enemigo. En el caso de Japón fue la derrota de su Ejército de Kwuantung, en Manchuria, frente a la Unión Soviética en la Operación Tormenta de Agosto lo que realmente obligó a claudicar.
Como hemos visto someter a la población enemiga a un elevado nivel de estrés puede resultar contraproducente afectando negativamente al esfuerzo de guerra, y si bien un suceso desencadenante puede tener origen en forma de catástrofe natural, ya sea un terremoto, una hambruna, epidemias o graves inundaciones como la Inundación de Todos los Santos de 1570 en los Países Bajos Españoles que deterioró la relación de Holanda con el Duque de Alba y Felipe II, cuando “el factor causal de un estresor es de naturaleza humana el nivel de trauma normalmente resulta más agudo y duradero”7 ocasionado un cambio brusco en la idiosincrasia de la sociedad agredida que reclamará una represalia implacable. No le faltaba razón a Tucídides cuando afirmaba que “la guerra… es una maestra de modales violentos y trastorna el comportamiento de la mayoría de los hombres en consonancia con la situación del momento”8. De hecho no hemos de retroceder demasiado en el tiempo para toparnos con ejemplos desencadenantes, el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023 constituye un ejemplo inédito pues los terroristas islamistas transmitieron su atroces crímenes en directo, pero antes echaremos la vista a un pasado más lejano para entenderlos.
Atenas resiste
Tucídides en su obra La Historia de la guerra del Peloponeso relata con asombro como la noticia de la pérdida de Eubea “provocó [en los atenienses] más conmoción que ninguna de las anteriores” ni siquiera la aniquilación de la segunda expedición a Sicilia fue causa de tan fuerte impacto9. Una buena respuesta a esa reacción nos la da Liddell Hart al determinar que una acción “Cuanto más cerca se encuentre de las bases del enemigo, más intenso será el efecto10”, el efecto referido es el miedo y es que la mayor causa de fobia que puede experimentar un ser humano es la agresión interpersonal a corta distancia, por tanto cuanto más cercana sea la amenaza mayor será el temor, permitiéndonos comprender la respuesta de la población ateniense. Por otro lado también posibilita discernir la reacción de aquella, pues la situación a la que se enfrentaba Atenas después de la debacle en Sicilia, donde habían sido aniquilados tanto el ejército como la armada (413 a.C.), y la pérdida de Eubea (410 a.C.), su fuente principal de suministros y riquezas, era terriblemente desesperada. Todo parecía presagiar un temprano final a la ciudad y su destino bien pareciera ser el de Melos11. Contra todo pronóstico Atenas prolongó una década más la guerra, obteniendo resonadas victorias como Cícico, Abidos o las Arginusas hasta su derrota final en las aguas de Egospótamos. Mostrando a las claras que el ser humano, sometido a una presión extrema hasta alcanzar los límites de la desesperación, es capaz de realizar verdaderas proezas de resistencia, recuperación y adaptación que al fin y al cabo son las leyes que rigen la supervivencia.
Las ciudades y la batalla por la opinión pública
Los entornos urbanos también juegan un papel clave en el dominio cognitivo. En las ciudades se propagan más rápidamente los horrores de la guerra por la abundancia de testimonios dispares, al ser zonas densamente pobladas, dando lugar a todo tipo de distorsiones, inclusive por factores fisiológicos y socio-psicológicos ya que al ser experiencias especialmente traumáticas pueden originar episodios de histeria colectiva o alteraciones de la realidad tales como visión de túnel o agudeza visual, exclusión auditiva o sonidos intensificados, pérdida de memoria, percepción ralentizada o acelerada del tiempo, e incluso el sentido de la distancia y el espacio distorsionados, estos testimonios pueden no corresponderse con lo realmente sucedido pero no son necesariamente falsos12. La información también es exagerada y tergiversada por la propaganda a conveniencia de las élites, buen ejemplo de ello es la prensa amarilla estadounidense encargada de culpar a España de la explosión del USS Maine en el puerto de La Habana. El sitio de Magdeburgo (1630-1631) por parte de las tropas católicas e imperiales del conde Tilly durante la Guerra de los Treinta Años también fue objeto de múltiples panfletos propagandísticos protestantes, después de que un gran incendio (cuyo origen fue accidental) arrasara la ciudad en el transcurso del asalto final. Se expuso como ejemplo de brutalidad cuyo impacto duraría generaciones y sin duda contribuyó a encarnizar el conflicto justo cuando los suecos comenzaban a entrar en escena. Otro tanto encontramos en el punto de inflexión de la guerra de Flandes (1568-1648), el saqueo de Amberes de 1576 por los Tercios españoles, tras la previa batalla por la ciudad, no solo fue un gran incentivo para la propaganda orangista a la hora de demonizar la imagen española sino que disipó las esperanzas de una pronta victoria en la guerra para la Monarquía, pues no pocas fueron las provincias que se unieron a la causa rebelde.
El Armagedón de los romanos. Cuando Mitrídates desató su cólera
Un día bastó para que se ejecutase el acto más estremecedor, sombrío, horrendo… que Roma sufriera jamás. Las gentes de Anatolia enarcerdidas por un deseo exacerbado de venganza y guiadas por el que sería “el peor enemigo de Roma”13, Mitrídates VI del Ponto, asesinaron a todo residente romano-itálico así como a sus partidarios locales de las ciudades de Asia Menor y que según Memnón fueron 80 00014. El suceso en cuestión se produjo tras la primera gran debacle de las legiones romanas tras las reformas de Cayo Mario15 durante la invasión del Ponto. Una coalición de bitinios, gálatas y capadocios encabezada por el legado Manlio Aquilio, quien contaba con 12 000 legionarios, fue triturada en el río Amnias y en el monte Escorobas por los ejércitos pónticos en 89 a.C. Sin embargo para comprender las que serían conocidas como Vísperas Asiáticas debemos remontarnos a la manera en que Manio Aquilio, padre del ya mencionado, puso fin a la guerra Asiática en el 129 a.C.
Aquilio nos cuenta Floro “concluyó la guerra asiática al envenenar el agua -¡nefasto crimen!-, para lograr la rendición de algunas poblaciones.” No sólo eso, las depredaciones romanas que siguieron tensionaron aún más si cabe las relaciones con la población local, en materia fiscal causaron gran descontento, muchas familias se vieron obligadas a vender como esclavos a sus vástagos y quienes no podían pagar las altas tasas sufrían el mismo destino. Ciertamente los romanos eran odiados en la región y las eficaces campañas propagandísticas de Mitrídates contribuyeron a avivar más el fuego. En pocas palabras el proceso de gestación de las guerras mitridáticas lo resumen estas líneas de von Clausewitz:
Cuanto más fuertes sean los motivos de la guerra, cuanto más abarquen la existencia entera de los pueblos, cuanto más violenta sea la tensión que precede a la guerra, tanto más se acercará a su idea abstracta, tanto más se tratará de aplastamiento del enemigo… tanto más puramente bélica y menos política parecerá la guerra.16
Las Vísperas Asiáticas (88 a.C.)
Gentes de toda clase y condición, griegos, anatolios, judíos, esclavos… arrancaron por medio del afilado acero la vidas de miles de romanos, la masacre se vio facilitada por su hacinamiento en una larga lista de ciudades de la costa oeste Anatolia donde trataron de hacerse a la mar con el objetivo de ponerse a salvo en las islas del Egeo o en Grecia. Ateniéndonos a la cifra más baja, aportada por Memnón, fueron ochenta mil y por exagerada que parezca si nos detenemos en la cifra de legionarios dispuesta por Aquilio, doce mil, de los que hay constancia que muchos se entremezclaron con la población civil, partiendo de esta base, considerando que éstos tuviesen a sus familias en Asia Menor, algo muy probable, esa cifra se elevaría como poco hasta 36 000-48 000, teniendo en cuenta que la provincia de Asia había sido creada hacía 40 años, dos generaciones de ciudadanos romanos e itálicos ya residían allí, incluyendo a los comerciantes y colaboradores locales no itálicos que también fueron masacrados, las cifras de Memnón dejan de ser en modo alguno descabelladas, superadas incluso si se suman las víctimas que fueron posteriormente asesinadas en Grecia.
Memnón sugiere que el fallido asedio de Rodas en 88 a.C. motivó la masacre, pero una operación de este calado evoca que debió valorarla con mucha antelación, durante los preparativos para el inminente asedio o en los meses que duró aquel, es probable inclusive que acciones de sabotaje y espionaje por parte romana acabarán de convencer a Mitrídates de llevarla a cabo, en mi opinión se ejecutó antes de que levantase el asedio para asegurar su retaguardia ante acciones de insurgencia. Por suerte para él los diversos frentes abiertos en la Primera y la Tercera guerra mitridática impidieron que Roma implicase todos sus recursos en destruir al implacable monarca. Todo iba a cambiar en el año 67 a.C., una concatenación de catastróficos acontecimientos a la altura de las Vísperas Asiáticas iban a generar una inédita movilización total de la República. La respuesta romana se vió sancionada con la lex Gabina otorgando a Pompeyo un poder sin precedentes cuya razón fue el saqueo de Ostia, el puerto de la Ciudad Eterna, por parte de los piratas cilicios, aliados del rey Mitrídates que a su vez, en coordinación con éstos, reconquistó su reino tras aniquilar a dos legiones romanas en Zela, mientras Tigranes II de Armenia hacía lo propio en Capadocia. La devastación causada en el puerto de la gran urbe debió de ser realmente terrorífica y conmocionante para los romanos, incluso más que las Vísperas Asiáticas si hacemos caso a Liddell Hart17 y recordamos las palabras de Tucídides sobre la pérdida de Eubea, pues la flota consular quedó destrozada sin posibilidad de abastecer de grano a la ciudad, a la vez que la amenaza del monarca póntico aparecía de nuevo en el horizonte. Pompeyo al frente de 1500 naves y 124 000 hombres entre marinos, infantes y jinetes acabó para siempre con las pretensiones del “Aníbal oriental”18.
Apresar o esclavizar a la población romana de Anatolia habría supuesto una magnífica opción diplomática al abrir la puerta de la negociación, así sucedió con los 300 espartanos de Estrafacteria cuyo canje posibilitó la paz de Nicias. La respuesta del Senado se habría producido con menos contundencia y celeridad. Si bien es cierto que causó, según Cicerón, una grave crisis fiscal, ensañarse cruelmente contra la población civil suponía una declaración de guerra total19. Mitrídates no advirtió en las consecuencias de aquella macabra hazaña, pero se condenó a tres décadas de salvaje e ininterrumpida lucha en la que se sucedieron numerosas batallas tanto terrestres como navales así como asedios de una escala nunca conocida, se emplearon toda clase de armas imaginables, implicando de manera directa e indirecta a todo el mediterráneo y el Oriente Próximo, sobrepasando todos los límites de la crueldad. En definitiva las palabras de Apiano constituyen la más ilustre sentencia sobre aquello que aconteció y la más seria advertencia acerca desatar sucesos de esta índole.
Bibliografía
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- Von Clausewitz, C. M, De la guerra (trad. Carlos Fortea, La Esfera de los Libros).
Notas
- Clausewitz, De la guerra, Libro IV, Capítulo XI.
- El filósofo de la guerra explica en el Capítulo VI del Libro I, qué es la fricción en la guerra. Viene a ser el impacto acumulativo de todos los obstáculos que entorpecen la implementación correcta de los planes de guerra, desde excesos de bajas, malinterpretación de órdenes, deficientes planificaciones, la niebla de guerra, hasta la entrada de nuevos e inesperados actores en el conflicto, un mal clima e imprevistos de todo tipo. Conocer los factores de la fricción es imprescindible tanto para la planificación como para tratar de identificar la llegada a punto culminante ya sea del enemigo o propio.
- El coronel de la fuerza aérea norteamericana John Boyd ideó y plasmó varias teorías revolucionarias en cuanto a la guerra de información, la más destacable fue el bucle o ciclo OODA (observar, orientar, decidir y actuar).
- El italiano Giulio Drouhet (1896-1930) llegó a dispares y polémicas suposiciones en cuanto al uso y la función de la fuerza aérea en la guerra: “Una quiebra de la estructura social no puede tener lugar sino en un país sujeto a (…) un bombardeo implacable. No pasará mucho tiempo antes de que, para poner fin al horror y al sufrimiento, el pueblo, guiado por el instinto de supervivencia, se levante y exija el final de la guerra”(Extraído de Una historia. Lawrence Freedman). Sin embargo el pueblo suele decantarse por reclamar represalias.
- “Cuanto más violentos sean los métodos, más enconada será la oposición del adversario, que ofrecerá una resistencia de igual intensidad. Por tanto, cuanto más igualadas estén las fuerzas de los dos contendientes, más recomendable será evitar un enfrentamiento total, que tenderá a cimentar el apoyo que las tropas y la población prestan a sus dirigentes”. (Liddell Hart, Estrategia: el estudio clásico de la estrategia militar. Pág. 504)
- Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, IV, 115.
- Así lo especifica el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM por sus siglas en inglés). Extraído de Sobre el combate, Dave Grossman.
- Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, III, 82.
- Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, VIII, 1.
- Liddell Hart, Estrategia: el estudio clásico de la estrategia militar, pág. 469.
- El destino de Melos contado extraordinariamente por Tucídides en el Libro V de su obra supone uno de los hechos más famosos de toda la Guerra del Peloponeso. Los atenienses rindieron la ciudad de Melos tras un costoso asedio, pasando a todos los hombres adultos por las armas y esclavizando a las mujeres y niños.
- Un caso relativamente conocido durante la invasión alemana de Francia en 1940 es “el pánico de Bulson”, que provocó la huida de la 55.ª División de Infantería francesa tras extenderse el rumor de que los panzer alemanes habían llegado a su posición. Tras una investigación posterior sobre el suceso algunos soldados franceses declararon haber visto los carros de combate enemigos, sin embargo en los diarios de operaciones alemanes dichos blindados no llegaron hasta esa posición hasta 12 horas más tarde, cuando ya no había ningún francés en Bulson. Como consecuencia este hecho fue calificado como fenómeno de alucinación colectiva. No es de extrañar que durante los asedios y saqueos a ciudades se den situaciones de estas características entre la población civil.
- Fue Cicerón quien lo denominó como el peor enemigo de la historia de Roma.
- Memnón y Valerio Máximo aportan la cifra de muertos más baja (80 000), otros como Plutarco señalan que fueron 150 000. (Extraído de Mitrídates el grande. Enemigo implacable de Roma de Adrienne Mayor).
- La fallida invasión al Ponto en 89 a.C. fue la primera gran derrota de la legiones tras las reformas de Cayo Mario frente a un modelo militar distinto que permitió a Mitrídates arrebatar toda Anatolia, Grecia y Macedonia a los romanos. Pues las derrotas sufridas en la Guerra Mársica contra los socii fueron frente al mismo sistema militar.
- Clausewitz, De la guerra, Libro I, Capítulo I.
- “Cuanto más cerca se encuentre de las bases del enemigo, más intenso será el efecto”.
- Mitrídates fue apodado el “Aníbal oriental” por el general romano Licinio Lúculo.
- Atacar indiscriminadamente a la población civil siempre es un motivo para la escalada, ejemplo de ello fue la última operación de la Unidad 101 israelí en 1953, que como represalia a un ataque a una aldea cercana al aeropuerto de Lod, en el corazón de Israel, realizó una incursión en la población jordana de Qibya provocando la destrucción de múltiples edificaciones y la muerte de 66 civiles. Este suceso cambió el modo de responder a los incesantes ataques desde aldeas cercanas a la frontera de Israel por la presión internacional siendo las palabras del afamado Moshé Dayán esclarecedoras: “Israel ha aprendido, que incluso cuando los árabes atacan a la población civil, debemos apuntar a objetivos militares.”
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